¿Cómo reducir el uso de insecticidas químicos en el control de plagas?
Futurcrop - 07-05-2018
Reiteradamente, cuando se habla de tratamientos contra las plagas y las enfermedades vegetales, muchos técnicos suelen argumentar el muestreo constante de la finca, de la densidad de la plaga o la presencia de la enfermedad, y que es el umbral de acción el que determina el momento de tratamiento mediante fitosanitarios. Pero la realidad no siempre tiene ese talante. Véanse por ejemplo las recomendaciones de una estación de vigilancia de plagas y enfermedades de la Administración Pública, para un mes de marzo concreto. Para los frutales de pepita recomiendan una aplicación preventiva de un fungicida cúprico, para los frutales de hueso recomiendan la aplicación de un fungicida cúprico para prevenir la aparición temprana de enfermedades como la lepra o la monilia, para la prevención de Hoplocampa spp. en peral y ciruelo, si en los últimos años ha habido infestación, recomiendan un tratamiento insecticida tras la caída de pétalos o a la floración, respectivamente. Para prevenir la Phytophthora spp en cítricos recomiendan aplicar fungicidas sistémicos. Y el aviso continúa con recomendaciones de fungicidas cúpricos para reducir el inóculo de enfermedades en otros cultivos.
Los tratamientos preventivos, así como los tratamientos repetidos posteriormente ante su ineficiencia, es algo habitual en la agricultura. Sólamente un 30% de los tratamientos químicos tiene efecto, por lo que el cultivo convencional requiere varias repeticiones periódicas. Y esta práctica no sólo aumenta los costes, sino que también causa una grave contaminación ambiental y excesivos residuos en los alimentos (nunca por encima del límite máximo de residuos por cada sustancia activa, eso sí).
Se puede decir que, de promedio, frutas y hortalizas pueden recibir 12 tratamientos, o más, con fitosanitarios. Su uso se ha generalizado más allá de lo razonable. Asume el agricultor que con un 5-10% del coste de su producción evita una pérdida por plagas y enfermedades que podría llegar a ser, en el peor de los casos, del 40-100%. Ese porcentaje puede ir de los 2.500 euros/ha de coste en tratamientos en tomate de invernadero a los 523 euros/ha en tomate de regadío, siendo éste el coste de insumo, sin tener en cuenta el coste de mano de obra y maquinaria. España encabeza el listado de los que más utilizan productos químicos dentro de la Unión Europea. Entre los años 2011 y 2015 se esparcieron, cada año, cerca de 73.000 toneladas de productos químicos en los campos. Y la industria de agroquímicos facturó sólo en España 1.100 millones de euros en 2016.
En el año 2014, último año del que la FAO dispone de datos del consumo mundial de pesticidas, éste superó los 3.013’97 millones de kilos. Y en el futuro se espera que el mercado global de pesticidas registre una Tasa de Crecimiento Anual Compuesta de un 5,79%, entre 2017 y el 2022.
El mercado de productos fitosanitarios se nutre del intento del agricultor de minimizar el riesgo de pérdida de su cosecha. Las empresas químicas saben que una infestación de gusanos grises, Agrotis ipsilon, puede resultar catastrófica para un cultivo de maíz, tomate o patatas. Sus larvas, durante los tres primeros estadíos, puede consumir 400 centímetros de la parte aérea de las plantas. Y las hembras pueden llegar a poner 1.800 huevos. Pero los huevos tardan en eclosionar de 4 a 14 días, y el 4º estadío dura entre entre 28 y 34 días, dependiendo de las condiciones climatológicas. Pero como las condiciones climatológicas varían anualmente,es realmente difícil calcular el momento de cada fase larvaria, los tratamientos se repiten periódicamente, generación tras generación, en un intento de controlar la densidad poblacional.
¿Pero es necesario que el agricultor asuma ese nivel de costes?. El riesgo no es tal si el monitoreo se realiza constantemente y los tratamientos se realizan en su momento más eficiente. Desde los años 50 entomólogos norteamericanos destacaron la importancia del control de plagas a partir del conocimiento del desarrollo de las plagas. Algunas universidades norteamericanas empezaron a facilitar el uso de calculadoras fenológicas que permiten ser más eficientes en monitoreos y tratamientos, pero limitadas a su zona local. Hoy en día existe la tecnología adecuada para controlar automáticamente si las condiciones climatológicas incrementan o reducen el riesgo de una infestación de plagas. FuturCrop es un software que realiza automáticamente esa función: no sólo envía avisos del estado de desarrollo de la plaga, sino que incluso predice su próximo desarrollo biológico. Cuando uno descubre una plaga en sus cultivos, puede ser demasiado tarde para hacer otra cosa que recurrir a pesticidas. Pero, a menudo otro estadio en el ciclo vital es susceptible a medidas preventivas. Un uso adecuado de este tipo de herramientas puede minimizar el riesgo y disminuir los costes hasta en un 50% en caso de necesidad de realizar los tratamientos.
Racionalizar los tratamientos es vital para un adecuado control de las plagas y enfermedades de los cultivos. La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) propuso hace años una estrategia de Manejo Integrado de Plagas con la intención de reducir del 50 al 70% el uso de insecticidas. y los costes por concepto de control de plagas del 25 al 50%. No sólo se pretendía reducir los costes, sino también disminuir la contaminación ambiental, el desarrollo de resistencias en las plagas a los insecticidas, evitar el rebrote de otras plagas secundarias, y conservar la fauna benéfica natural.
Hoy estamos empezando a ver algunas consecuencias de ciertas prácticas de la agricultura convencional. Es necesario buscar métodos alternativos que permitan a la agricultura ser productiva y sustentable en el futuro.
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